Diario.

Hoy ni te escribo, ni te hablo. Ni sé como te llamas, ni me paro a recordar. Hoy no te pienso, ni te espero. No te llamo, no te siento. No te tengo, te perdí. Ayer aun quedaba algo, una pequeña gota de esas que siempre quedan atrás, en el fondo de una botella, en donde comienza el cristal, de esas gotas que no se pierden, pero que al final desaparecen. Hoy algo pudo quedar, sino fuera porque he planteado a mi vida un cambio radical, sacar todo el dolor afuera, no echar de menos corazones de otros, olvidar tu nombre, tu voz, tu forma de caminar, olvidar siquiera que un día fuiste el que dictó mis normas, mi respiración. Mañana podré estar segura de no necesitarte, de no echar de menos tu olor en mi almohada, mañana estaré segura, o tal vez no. Mañana existirá un yo sin tú, pero no un corazón sin latidos, no un amor sin amante; mañana existirá un sol, donde hoy la luna se apagó.
Cuando de amar se trata no existe tiempo verbal, no existen horas, ni tiempos pasados, ni momentos por venir, no existe un hoy, porque sería pequeño, no existen el olvido y la dependencia, no existes tú, ya no existes, en este tiempo, y en el siempre. Porque nunca pudiste olvidar que el amor un día llegó para dejar la huella que hoy dirige tu camino, que hoy marca tus sueños, que hoy te explica el porqué de amar. 
Y ahora pido un siempre, porque ahí es donde tú, no existes.

                                       
                                                                                                Erea.












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